Si los puntos negros y las espinillas te llevan por el camino de la amargura, hazte esta mascarilla natural. Consiste en mezclar levadura con leche caliente hasta obtener una pasta de textura cremosa.
Aplícala sobre el rostro y deja que actúe durante un cuarto de hora. Retírala con agua fría. Dátela a diario y notarás la piel más limpia y libre de las molestas espinillas.
Además, como muchos ya conocen, Cleopatra se bañaba en leche de burra para mantenerse joven. Si tú también quieres mantener la piel fresca y sin arrugas, prueba con una versión actualizada de este antiguo remedio.
Consiste en mezclar un litro de leche de vaca y un poco de zumo de limón. Echa este líquido en tu bañera -que no deberá estar demasiado caliente- y permanece en ella.
El ácido de la leche y del zumo del limón dejarán la piel perfecta, firme, suave y sin sombra de arrugas.
Pero la leche no sólo es buena estéticamente hablando, también tiene propiedades beneficiosas para el corazón. Ya desde hace mucho tiempo los mayores tenían la costumbre de colocar un paño empapado en leche templada, más o menos a la misma temperatura del cuerpo, sobre la zona del corazón. De esta manera fortalecían este órgano vital y prevenían enfermedades cardiovasculares.